03 de marzo de 2023
¿Seremos capaces de convivir con nuevas formas de inteligencia sin renunciar a la nuestra?
Los humanos del siglo XXI estamos acostumbrados a convivir entre coches. Desde pequeños sabemos que las aceras son para los peatones y las calzadas para los vehículos de mayor velocidad. Conocemos los semáforos y cómo debemos interpretar su gama de colores. Identificamos las líneas blancas del suelo y su significado.
Sin embargo, nuestros antepasados de hace un siglo, veían en estos vehículos a motor un verdadero peligro y una intrusión a sus derechos constitucionales. De hecho, tuvieron que aprender a convivir con estas máquinas, por su propia seguridad.
Es decir, que las personas, en general, suelen expresar sus miedos y temores a que determinados avances tecnológicos puedan suponer un peligro para la propia humanidad. El caso más reciente es el de la Inteligencia Artificial. Y aunque es cierto que estas tecnologías son tan disruptivas que provocan alteraciones en el ecosistema económico y social, la propia humanidad, responsable del desarrollo de estos avances, acaba imponiendo límites y cotos para que el uso de estos avances sea siempre en pos del beneficio mayoritario y no suponga un peligro.
Y, como ocurrió con el advenimiento de los robots y la automatización, algunos puestos de trabajo están viendo cómo las personas son sustituidas por máquinas, lo cierto es que la tecnología también tiene el poder de generar muchos otros nuevos puestos.
Algo que se debe al hecho de que la IA y los humanos no tienen las mismas cualidades y capacidades. Las máquinas basadas en IA son rápidas, más precisas y racionales, pero no son intuitivas, emocionales ni sensibles a la cultura. Y son precisamente estas capacidades las que poseemos los humanos y las que nos hacen eficaces.
Por qué rechazamos la tecnología
Calestous Juma, director de Ciencia, Tecnología y Globalización en el Belfer Center for Science and International Affairs de la Harvard Kennedy School of Government, sostiene en su libro “Innovation and Its Enemies: Why People Resist New Technologies”, que la sociedad tiende a rechazar las nuevas tecnologías cuando sustituyen, en lugar de aumentar, nuestra humanidad.
Por el contrario, abrazamos y adoptamos con entusiasmo estos avances cuando apoyan nuestro deseo de inclusión, propósito, reto, significado y alineación con la naturaleza. Lo hacemos incluso cuando son difíciles de manejar, caros, lentos de usar y se estropean constantemente.
Por ejemplo, los primeros días de la introducción de los tractores en Estados Unidos no fueron el parangón de la eficiencia agrícola. Los tractores ofrecían pocas ventajas sobre los caballos. Algunos detractores argumentaban que su valor podría mejorar marginalmente si pudieran reproducirse como los caballos.
Viviendo con las nuevas inteligencias
Algo similar está ocurriendo en estos momentos con la Inteligencia Artificial, que está demostrando ser muy útil y rentable para muchas cosas. Dado que aún está en fase de desarrollo y los humanos aún nos estamos acostumbrando a su potencia y posibilidades, son muchos los temores que la rodean. Cuanto más poderosa se vuelva la IA, cuanto más le pidamos que haga por nosotros, más importante será especificar sus objetivos con sumo cuidado.
Así que tenemos que asegurarnos de que las potentes máquinas de IA sean "amigas de los humanos", es decir, que sus objetivos coincidan de forma fiable con nuestros propios valores. Sin embargo, esto no es tarea fácil, puesto que la ética, el derecho y los valores no son en todos los países ni culturas iguales. El objetivo del desarrollo y la legislación es evitar que la nueva y poderosa inteligencia amplifique los lados oscuros de nuestra propia naturaleza.
Nuevas formas de convivencia
Erik Brynjolfsson, director de la Iniciativa del MIT sobre la Economía Digital y autor de "Machine, Platform, Crowd: Harnessing Our Digital Future", defiende que la IA y las tecnologías relacionadas ya han alcanzado un rendimiento sobrehumano en muchos ámbitos.
En su opinión, lo más probable es que utilicemos esta potencia para hacer del mundo un lugar mejor. Por ejemplo, podemos eliminar virtualmente la pobreza global, reducir masivamente las enfermedades y proporcionar una mejor educación a casi todos los habitantes del planeta. Eso sí, denuncia que se puede usar la IA y el Machine Learning para concentrar cada vez más la riqueza y el poder, dejando atrás a muchas personas, y para crear armas aún más horribles.
Por eso, según su visión, la pregunta correcta que debemos hacernos no es "¿Qué ocurrirá?", sino "¿Qué decidiremos hacer?". Este planteamiento nos debe dar una respuesta que nos lleve a trabajar y luchar para que la tecnología esté a la altura de nuestros valores.
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