28 de noviembre de 2022
Cómo es una empresa responsiva
En su libro “El dilema del Innovador”, Clayton Christensen nos explica cómo compañías líderes, bien gestionadas por sus ejecutivos, sucumben ante el cataclismo resultante del éxito de innovaciones disruptivas que las dejan fuera del mercado.
Los cambios también afectan a las grandes organizaciones
Resulta contraintuitivo que organizaciones tan poderosas puedan ser eliminadas del mapa por la falta de visión de sus líderes ante los cambios que sobrevienen; ¿les faltó visión digital a los directivos de Nokia, al final de los 90?, ¿no vieron venir la revolución digital los líderes de Blockbuster o Kodak? ¿no entendieron lo que estaba pasando los operadores de telecomunicaciones mientras seguían haciendo caja con los SMS?
En el mundo predigital, la agudeza sensorial de las organizaciones no era tan transcendental. Los ciclos de cambio, las irrupciones de competidores, las disrupciones en el mercado… se cocinaban en años, a veces en décadas.
En la sociedad hiperdigital, si parpadeas te lo pierdes. Hoy mismo puede que debajo de tu casa se esté generando un modelo de negocio que te hará irrelevante antes de que hayas tenido tiempo de reaccionar ante su emergencia.
¿Quieres un free assessment?
Si quieres ser líder de la era digital, conviértete en Organización Azul. Te haremos un free assessment para que puedas transformarte con éxito.
El entorno y las organizaciones
Las organizaciones necesitan percibir las señales débiles del cambio que se avecina. Las empresas líderes necesitan, cada vez más, escuchar y sentir, permanentemente. Las compañías responsivas son extraordinarias en dos actividades relacionadas, pero diferentes: escuchar y responder.
Necesitamos crear una estructura orientada completamente a interactuar con el entorno. Pero no es suficiente con eso, necesitamos que se establezcan las conexiones necesarias para que la organización reaccione ante las señales y actúe. Necesitamos empresas que sientan mucho y que actúen rápida y decisivamente.
El cuello de botella de la respuesta rápida y la ejecución optimizada raramente se halla en la velocidad de operación, en cuán rápido hacemos las cosas. Por lo general las compañías tienen bastante optimizados los procesos operativos, que son comparables con los de los competidores.
Lo que diferencia a una empresa responsiva de otra que no lo es, es lo completa y rápidamente que la empresa procesa el conocimiento externo y lo ágilmente que toma las decisiones. Para conseguir una empresa en tiempo real se debe optimizar y simplificar los procesos de toma de decisiones, eliminando los cuellos de botella. Y esto pasa, casi siempre, por llevar la toma de decisiones lo más cerca posible de donde las cosas pasan. De llevar esos derechos de decisión de los despachos de la última planta a los puestos de trabajo de aquellas en las que residen los equipos.
Los cambios que se deben realizar para conseguir que nuestra empresa sea más responsiva, es decir trabaje más en tiempo real, son profundos, de proceso, de mindset y de cultura corporativa. En algunas empresas conseguirlo conllevará una auténtica reinvención de la compañía, dado que los comportamientos reactivos estarán tan absolutamente inmersos en el corazón de la organización que cambiarlos requerirá de un gran esfuerzo. Lo que es seguro es que, sea como sea la compañía, en la medida en la que la organización haya superado la fase de start-up, llevarla al tiempo real va a suponer un esfuerzo considerable.
La responsividad es imprescindible para tener éxito, pero puede ser esquiva. Conseguirlo requiere de voluntad y determinación.
Share
Quizá te puede interesar
Las organizaciones azules
Con la llegada de la Covid-19, la transformación digital se ha convertido en una realidad para todos los mercados. La pandemia ha sido un acelerador para la evolución digital empresarial tanto en la parte de negocio y producción, como en la organización y gestión de los trabajadores.
Cómo son las organizaciones celulares y para qué sirven
Desde la revolución industrial las empresas se han organizado siguiendo un esquema jerárquico (en árbol) de departamentos y divisiones en el que los jefes están en la parte alta de la pirámide organizativa, ejercen el poder y controlan (supervisan) a sus colaboradores.