07 de marzo de 2023
ChatGPT, Google y…Microsoft. Distinta batalla, mismos actores
Hace tiempo (mucho ya) que venimos hablando de ChatGPT y de la IA generativa - es decir, la construida en torno a algoritmos capaces de crear contenidos nuevos de todo tipo gracias al aprendizaje automático - que le da origen. En su momento, casi todo el mundo pasó por el asombro ante la exhibición de las posibilidades de una especie de juguete que retaba de algún modo muchas de nuestras convenciones como usuarios de la tecnología de calle.
¿Qué es ChatGPT?
Aunque es difícil encontrar a alguien en torno a nuestro mundo que aún no lo sepa, recordemos que ChatGPT es un chatbot gratuito (aunque con su correspondiente versión de pago), que puede generar una respuesta a casi cualquier pregunta. Desarrollado por la compañía OpenAI sobre un modelo conocido como GPT 3.5, o Generative Pre Trained Transformator, y presentado al público general en noviembre de 2022, actualmente se considera una especie de referencia entre todos los autómatas IA que existen o han existido.
Además de resolver dudas comunes, puede ayudar a la hora de desarrollar una historia – incluso la trama de una novela -, hacer los deberes de los niños, etc., incluso, puede crear un código informático. En general, sería capaz de crear casi cualquier tipo de contenido, aunque la plataforma también proporciona los medios para detectar si un texto ha sido escrito con la ayuda de una IA; es decir, haciendo trampas (https://platform.openai.com/ai-text-classifier) -.
Como no podía ser de otra manera, hay quien ha conseguido engañar tanto al chatbot como a la susodicha herramienta de detección anti-IA… incluso haciendo que se le escapen informaciones reservadas, como por ejemplo algunas de sus normas internas de funcionamiento (este fue el caso del estudiante Kevin Liu y la integración de ChatGPT en el buscador Bing de Microsoft).
Sí, los buscadores. La irrupción de ChatGPT fue un reto práctico e inmediato al statu quo de las plataformas de búsqueda tradicionales – esencialmente, el todopoderoso Google – que quedaban en un estruendoso fuera de juego, dadas las capacidades inteligentes de los chatbots para poner a disposición del público cualquier respuesta inteligente y elaborada sobre cualquier cosa (lógicamente, haciendo uso también de todas las plataformas de búsqueda existentes).
Así que el paso obvio ya estaba servido, más allá del asombro inicial al que nos referíamos al principio. La tradicional competición entre buscadores – que tenía desde hacía muchos años como indiscutible vencedor al gigante de las letras multicolor – se trasladaba, con el acicate de una empresa aparentemente insignificante en comparación, al terreno de la búsqueda con contenidos inteligentes. Y ahí, amigos, la cosa no está de momento tan clara.
La reacción de Google al éxito de ChatGPT - y, sobre todo, a la puesta en solfa de su hegemonía en el terreno de la producción de búsquedas y contenidos - no se hizo esperar (o puede que para muchos sí). Deepmind, la división de IA de la multinacional californiana, ya llevaba tiempo trabajando con Sparrow, su propio chatbot IA (también basado en el modelo GPT, concretamente GPT 2 y GPT 3), pero hasta entonces no había pasado de la categoría de experimento científico - y rodeado de todas las precauciones inherentes a la generalización comercial de la IA generativa -. Cuando se esperaba que el ingenio (presentado en enero como respuesta rápida al éxito de ChatGPT) estuviera a disposición del público en general a lo largo de este año 2023, la compañía daba un volantazo y ponía el foco, también apresuradamente, en otro proyecto aparentemente diferente (llamado Bard) como el arma definitiva contra el chatbot de OpenAI.
Primer ingenio revolucionario
¿Y qué hay entonces de nuestro primer ingenio revolucionario? Hablábamos antes de ChatGPT junto a Bing, es decir, junto a Microsoft. Pues sí, así de familiar está quedando el tablero de la batalla global por la IA para uso público; aunque hayamos pasado - de la noche a la mañana y casi sin darnos cuenta - de una competición (disimilar) entre buscadores a una batalla en toda regla por la generación de contenidos inteligentes, los actores principales acaban por ser, clásicamente, los mismos.
Microsoft – que había ampliado su asociación con OpenAI mediante una inversión multimillonaria en infraestructuras – lanzó hace poco una actualización para integrar Bing con el motor de ChatGPT en la barra de tareas de Windows 11; una implantación (de momento, bajo lista de espera) que no ha estado exenta de problemas, incluidas respuestas inquietantes, incorrectas o directamente abruptas a algunos usuarios cuando se retaba al chatbot con ciertas conversaciones (por ejemplo, acerca de los sentimientos) o bien las ya citadas vulnerabilidades capaces de dejar al descubierto alguna información no pública sobre sus reglas de funcionamiento.
El terreno de la generación de contenidos mediante IA (la cual acabará siendo, es ya, de hecho, una mercancía) va a estar, sin duda alguna, jalonado por múltiples aspectos amenazantes o, como mínimo, inquietantes (manipulaciones, sesgos sistémicos, censura, concentración de poder en los laboratorios generadores de modelos, etc.), aunque lo más probable es que la propia dinámica competitiva (a la que se están sumando otros gigantes, como Amazon con Hugging Face) acabe estableciendo de forma natural algunos patrones de autorregulación, aunque todavía no sepamos si serán (experiencia hay para dudar) para bien.
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