17 de enero de 2023
Qué es el Humanismo Tecnológico
Podríamos definir el Humanismo Tecnológico como la fusión de la tecnología y los humanos. Fue Yuval Noah Harari, historiador, filósofo y autor de títulos como “Sapiens”, “Breve historia de la humanidad”, “Homo Deus” o “21 lecciones para el siglo XXI y Sapiens””, el que acuñó la definición más utilizada: “El tecno-humanismo pretende amplificar el poder de los humanos, creando ciborgs y conectando a los humanos con los ordenadores, pero sigue considerando los intereses y deseos humanos como la máxima autoridad del universo”.
La transformación del Humanismo Tecnológico
Es precisamente en su libro Homo Deus donde Yuval Noah Harari desgrana el humanismo y dibuja un posible futuro basado en lo que él llama “Dataísmo”. Es decir, que los algoritmos, sin ser conscientes, son altamente inteligentes por lo que podrían pronto conocernos mejor que nosotros mismos. En sus páginas, este filósofo plantea dudas sobre quién ganará, si el hombre o la máquina, en este mundo dominado por los datos y cómo el Humanismo Tecnológico puede transformar el liderazgo y su desarrollo.
Es decir, que bajo el paraguas del Humanismo Tecnológico se encuentra la idea en el que la tecnología está tan integrada en la sociedad y en el mundo que se convierte en parte de nuestra mayor inteligencia y nos permite vivir más tiempo y mejor.
Esto sería posible gracias a la popularización de muchas y diversas tecnologías, como Internet, el cloud computing o el Big Data. Al igual que los teléfonos inteligentes permiten que todo el mundo pueda hoy tener respuestas al alcance de la mano, en el futuro tendremos aún muchos más sensores en diferentes dispositivos (incluso en nuestro propio cuerpo) que podrán detectar el nacimiento de enfermedades graves en un punto en el que puedan erradicarse inmediatamente.
Según la visión del humanismo tecnológico, los humanos van a estar intrínsecamente ligados a la tecnología desde su nacimiento. Esto no quiere decir que todos seamos cyborgs o biohackers (personas que tienen integrados o se implantan en sus cuerpos determinados chips y productos electrónicos), sino que toda nuestra vida estará determinada por los sensores que nos rodean, tanto a nivel personal como de sociedad. Aunque la viabilidad de estos planteamientos aún está en fase de exploración y validación, existen ejemplos tecnohumanistas más tangibles a día de hoy, desde articulaciones y cartílagos artificiales hasta implantes de insulina automáticos para diabéticos.
Corrientes del Humanismo Tecnológico
En muchos casos, el Humanismo Tecnológico se centra en la creación de superhumanos. Es decir, en las posibilidades de utilizar la tecnología para mejorar internamente a una persona y que ésta sea más fuerte, más rápida y pueda vivir más tiempo. Según esta visión, si hace más de 70.000 años la Revolución Cognitiva provocó pequeños cambios en la mente de los Homo sapiens, transformándolos de simios africanos a la fuerza dominante del planeta, ahora asistimos a otra transformación de la humanidad, esta vez utilizando la tecnología para realizar los ajustes y los cambios.
Como filosofía, dentro de este Humanismo Tecnológico también podemos observar algunas corrientes o teorías.
Una de ellas es la que podríamos denominar como tecnodeterminismo blando. Según esta corriente, la tecnología siempre ayuda a las personas. En el extremo opuesto se sitúan los que comulgan con el tecnodeterminismo duro. Esta visión cree que la tecnología acaba controlando la sociedad.
Precisamente el temor a que esto pueda pasar es una de las razones por las que se aboga por incluir una concepción más humanista dentro de todas las ramas científicas y tecnológicas que permite el avance de la sociedad actual.
El poder de los datos
Así, se recuerda que suelen ser las grandes corporaciones como Facebook, Google, Amazon o Twitter las que tienen en su poder millones de datos sobre todo lo que las personas realizan en su día, lo que, con el tratamiento posterior, pueden saber perfectamente qué hacemos, pensamos y sentimos.
La capacidad de rastrear todos nuestros movimientos, tanto en el mundo físico como en el virtual, así como nuestras reacciones les confiere un poder real no solo para vendernos productos o servicios legítimos, sino también para incitar nuestras emociones y ayudarnos en las decisiones que tomamos cada día.
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